Hace unas semanas recibí un correo de una persona muy especial que en estos momentos está al otro lado del mundo; en él me contaba sus andanzas y esas cosas que se cuentan cuando uno está de viaje descubriendo un mundo y una cultura nueva. El correo terminaba enviándome buenas vibras para mis exámenes finales y su firma... y un post data que vale por todo el correo. En él me decía que en el avión había visto una película que parecía filmada para mí: The Music Never Stopped.

Después de una ardua búsqueda del film vino esa expectación, mitad emoción y mitad miedo, por saber si era la película correcta para mí o no. Afortunadamente, la película superó todas mis expectativas, tanto así que entró de inmediato en el Top 10 de mis películas favoritas y que me animó incluso a hacer una recomendación de ella en el blog.

El film está basado en unos de los primeros estudios sobre musicoterapia, el caso de un hippie que perdió la memoria y que solo volvía en sí cuando sonaba su música favorita.

Sin embargo, se abre una esperanza cuando casualmente él escucha una canción que lo hace reaccionar. Ahí comenzamos a adentrarnos en el drama de esta familia y mediante flash back vemos el choque generacional entre un padre y su hijo adolescente en los revolucionarios 60s, lo que termina con Gabriel huyendo de casa para seguir su sueño de vivir de la música.
Su padre, que no puede con la culpa, contrata a una terapeuta musical como una única esperanza para recuperar a su hijo, pero a la vez encuentra en las canciones que tanto odiaba la amalgama que puede salvar la relación fracturada de ambos.

Para ese momento, la película ya me había hecho llorar, reír y emocionarme en varias ocasiones. Es un drama que a ratos parece perder el norte, pero Kohlberg fue inteligente y logró a través de la música, devolver el hilo y llevarnos de vuelta al centro de la historia, que es como la música puede unir y arreglar a las personas.

Y qué decir del soundtrack... Se gastaron medio presupuesto en derechos de canciones, pero valió cada peso si son las mismas canciones las que nos cuentan esta maravillosa historia. Desde ese momentazo en que Gabriel vuelve en sí con All you need is Love de Los Beatles hasta la emotiva redención de un padre de 57 años vestido de hippie escuchando junto a su hijo Touch of Grey de los Grateful Dead después de asistir a un concierto de los mismos.



Sin querer extenderme, recomiendo esta película para todos aquellos que amamos la música (sobretodo la de la década del 60), pues es una historia que llega al corazón y que provoca tantas emociones que es imposible permanecer indiferente después de verla.